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Naiymah Sanchez recuerda haber bailado en el segundo piso de Woody ‘s durante la noche Latine del emblemático bar Gayborhood. Mirando de reojo vio que alguien le seguía, tratando de coquetear con elle.
Elle estaba interesade, pero no estaba segura de cómo reaccionaría al saber que elle era una mujer trans. Después de unos tragos decidió decirle.
Tan pronto le contó, le tiró un trago a la cara — y el incidente resultó en que echaron a Sanchez. Fue la última vez que fue a Woody ‘s.
“Como alguien que se crió en Filadelfia, yo [debería] tener más derecho en esa discoteca que esa persona que obviamente no era de la comunidad,” dijo Sanchez, de 38 años.
La discriminación se ha convertido en una experiencia común para muchos Latine queer en la ciudad, a medida que disminuye la cantidad de espacios para elles. Aparte de Sammy’s Place en el norte de Filadelfia, son casi inexistentes. Muchos de los lugares de vida nocturna que se esfuerzan para atender a personas queer que no son blancas, se anuncian ampliamente para personas de color, lo que muchos Latine sienten que no siempre tienen en cuenta sus necesidades o identidad.
Sanchez, que es puertorriqueña, no se siente segura en los espacios tradicionalmente queer porque elle cree que excluyen a su comunidad Latine.
“No es que solo, ‘No puedes venir aquí’”, le dijo a Billy Penn. “Se trata de las políticas que crean, la música que tocan o la comida que sirven. No son comida, música o políticas que incorporan quienes somos y que crean espacios donde nos sentimos seguros.”
Los bares gay han desaparecido “como las aves dodo”
Durante los ’70s y ’80s, habían muchas discotecas y bares por la ciudad para los Latine queer según David Acosta, el director artístico del grupo de arte de justicia social Casa de Duende, pero lentamente se fueron cerrando.
Cuando el popular bar El Bravo del norte de Filadelfia cerró en los años 80, dejó un gran vacío en la comunidad, lo suficientemente grande como para generar preguntas sobre cómo los Latine queer iban a socializar en Filadelfia, dijo Acosta.
En 1989, el activista nacido en Colombia fundó GALAEI, Gay and Lesbian Latino AIDS Education Initiative, una iniciativa de educación sobre el SIDA para Latine gay y lesbianas, con la misión de abordar el tema del SIDA y específicamente cómo afecta a las comunidades minoritarias.
GALAEI primero empezó en discotecas Latine en el centro de la ciudad, recuerda Acosta, donde tenían noches de salsa para atraer más gente.
Sin embargo, hoy en día los bares queer son “como las aves dodo,” dijo Acosta, 63. El único bar de lesbianas en Filadelfia se cerró en el 2021 por el aumento del alquiler y la menor cantidad de clientes, y se cree que solo quedan 14 en todo Estados Unidos.
Acosta creé que se debe a una tendencia mayor, la desaparición de los barrios queer. Lugares como el Gayborhood en Filadelfia o el Castro en San Francisco inicialmente ofrecían lo que parecía un santuario. Pero a medida que la aceptación y la tolerancia de las personas LGBTQ se generalizó, muchos antiguos residentes decidieron que podían irse, dejando espacio para que personas no queer se mudaran.
Los espacios queer que aún quedan, como el de Woody ‘s, comienzan a tener más clientes heterosexuales. Algunos lugares ofrecen noches Latine, pero Acosta siente que es más para beneficiarse de la comunidad, que para proporcionar validación o representación.
“Están ofreciendo algo que la comunidad quiere y necesita, pero es un negocio”, dijo. Resumió la actitud así: “Estoy haciendo esto para que pueda venir y gastar su dinero y sienta que le dimos su espacio”.
La eliminación Latine y el miedo de decirlo
Incluso en espacios que se hicieron específicamente para Latine queer, puede parecer que esa identidad se está borrando, dijo Valentina Rosario de Jesus, una gerente de programas en GALAEI.
Cuando elle se unió a la organización sin fines de lucro a los 14 años, se enamoró de cómo la organización encapsulaba su identidad multifacética. Ahora a los 24, le dijo a Billy Penn que eso está empezando a cambiar.
En 2020, el nuevo liderazgo de GALAEI cambió el nombre de la organización sin fines de lucro como una organización de pueblos indígenas negros trans queer y de personas de color” (QTBIPOC). Rosario de Jesus, una mujer trans puertorriqueña, cree que la nueva clasificación agrupa equivocadamente a los Latine como “personas de color,” lo cual borra su latinidad y contribuye a la falta de los espacios Latine queer en Filadelfia.
Algunos Latine que no se sienten cómodos con este cambio dicen que no hablan del asunto por miedo de ser malinterpretados.
“Cuando empezamos a hablar sobre esto nos convertimos en ‘Latine enojados’, nos convertimos en ‘Latine racistas’”, dijo Rosario de Jesus. “Nos convertimos en todo bajo el sol, menos en los Latine que buscan un lugar que sea para nosotros.
“Si falta algo, debemos crear algo nuevo”, elle añadió. “No adoptar un espacio para personas marginadas cambiando la narrativa para que se ajuste mejor a las necesidades de otras personas”.
Sanchez, la mujer que echaron de Woody ‘s porque le tiraron un trago en su cara, cree que generalmente en las organizaciones sin fines de lucro les falta apoyar a los Latine queer y trans. A veces ignoran o rechazan sus necesidades, como tener servicios en español.
“Sigue presentando dificultades porque aumenta el trauma y daño que experimentamos, ya sea en la comunidad, con organizaciones basadas en la comunidad, en la sociedad, con discotecas inclusivas, o en cualquier parte”, dijo Sanchez.
¿El último bar que queda?
Sammy’s Place, propiedad de Iris Melendez desde 1993, es esencial en la comunidad — y es casi el único espacio para Latine queer en la ciudad.
“Estoy orgullosa de poder atender y abrir las puertas a un grupo de personas que realmente no tienen otro lugar”, dijo Melendez, una puertorriqueña de 58 años.
Pero no es solo un bar, es “donde amigos se convierten en familia” Melendez le contó a Billy Penn. Un lugar para cumplir años o para noches de salsa, y donde los clientes heteros estan bienvenidos y se mezclan fácilmente. Si bien es gratificante, no ha sido nada fácil.
Con los cambios de hábitos por la pandemia y la gentrificación del área, Melendez dijo que el bar de la vieja escuela comenzó a atraer clientes jóvenes. Convirtió los miércoles en noches de salsa gratis, y los viejos éxitos de los jueves se convirtieron en noches Latine de los jueves.
Mientras que Melendez está emocionade por estos nuevos cambios, otros están enojades con esta tendencia.
La gentrificación desplaza a los miembros de la comunidad Latine y renueva los lugares esenciales del barrio, dijo Sanchez, citando la clausura de Latino Roots Bar en B y Allegheny. “Ni siquiera podemos pagar para vivir en nuestras comunidades, y mucho menos festejar,” elle dijo.
En el 2019, Filadelfia se consideró una de las siete ciudades más gentrificadas del país. Pero Melendez dijo que no cree que la falta de los negocios Latine queer se deba por los “yuppies.” Ella piensa que es una cuestión generacional, y que por ser mayores, estos dueños de bares y clubes Latine en la ciudad aceptan menos la identidad queer.
Sin embargo, Melendez quiere darle a los Latine queer un lugar donde pueden ser ellos mismos y sentirse aceptados.
“Todos necesitamos un espacio, todos queremos encontrar ese lugar al que emigramos y al que llamamos segundo hogar”, dijo Melendez. “Donde cada vez que entras por la puerta, saben quien eres”.