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Manuela Guillén recuerda su vida como una joven floridana, donde se acostaba en el pasto y miraba al cielo, que jura se ve diferente alíi, para pasar horas viendo como las nubes cambian de color. Ahora con 31 años, Guillén es profesora de arte en una escuela en el norte de Filadelfia, y le cuenta este recuerdo a sus estudiantes como un recordatorio para reducir la velocidad y disfrutar del momento.
“Básicamente, creo que significaba estar presente y disfrutar de la tranquilidad, libre y sin culpa,” ella dice.
Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Guillén también trabaja como artista independiente y es dueña de un pequeño negocio. Cuando llegan a casa después de un día de enseñanza, sus tardes están llenas de encargos de pintura, contacto con clientes, u órdenes de envío.
No fue hasta el cierre del 2020 que comenzó a darse cuenta del daño que estaba haciendo a su salud física y mental. “Me dedico a mis estudiantes, a mi trabajo artístico,” dijo Guillén. “Siento que me dedico más al trabajo que hago y menos a mi.”
Ella se crió con la ideología de que se debe trabajar duro. Sus padres, inmigrantes de Cuba y El Salvador, trabajaban en los campos en Homestead, un área de bajos ingresos cerca de Miami.
Constantemente le recordaban que la única manera para salir adelante era trabajando. Cuando descansaba, se sentía culpable. Si estaba aburrida, sabía que su mamá respondería con “Pues, ponte a limpiar!”
Es común que inmigrantes en los Estados Unidos sacrifiquen un equilibrio personal y profesional saludable para darle a su familia una mejor oportunidad, dijo Emilio Parrando, un profesor de sociología y director del centro de estudios de población de la Universidad de Pensilvania. Muchas veces trabajan en profesiones donde son sobrecualificados, o en trabajos pesados, penosos y peligrosos,como la agricultura, trabajando en un restaurante o construcción.
“Se sacrifican por su familia,” dijo Parrando. “Realmente hacen todo lo posible para que la unidad familiar ascienda.”
Yazmin Auli llegó a Filadelfia de Puerto Rico en 2001 con su familia en mente. Embarazada con su hija Camila y cuidando a su hijo Gabriel, que tenía 5 años, consiguió un trabajó en el Congreso de Latinos Unidos y trabajó allí por cinco años. Después se arriesgó y decidió dedicarse a su pasión, la repostería.
En el 2007, abrió El Coquí, una repostería y cafetería en Harrowgate. Al principio, Auli solo tenía cinco empleados para hacer el trabajo que ahora ocupan entre 20 y 30 personas. Esto frecuentemente implicaba quedarse tarde y días de trabajo de 11 o 12 horas.
Trabajar horas largas tenía su propia paradoja: al llegar a los EEUU con deudas estudiantiles, ella nunca quiso que sus hijos enfrentaran el mismo problema, pero también se sentía culpable por el tiempo que no pasaba con ellos.
“El motor de una madre son sus hijos,” Auli dice. “La vida que uno les puede dar a sus hijos es una que tus padres no podrían darte, y mucho más”
Gracias a su esfuerzo, ha podido pagar la educación de sus hijos, les ha permitido viajar, y los ha llevado a demasiados viajes a Disney World. Y hoy, a pesar de que no ha dejado de trabajar , Auli trata de encontrar un equilibrio profesional y personal que le convenga. Le ha dado recetas a colegas leales, y toma tiempo para llevar a su hija a la universidad, que estudia en la Universidad de Cabrini.
Lo más importante es que los domingos son sus días para relajarse. Cuando está en casa, a veces tiene que rogarle a su pareja para que no mencione El Coquí.
“Me siento mejor porque me encanta dormir,” dijo, riéndose. “A veces me quedo en la cama y ella” — Auli gesticula con su boca a su hija que está sentada en la esquina — “me acompaña y nos acostamos allí.”
Sintiéndose satisfecha y navegando el caos
La mejor manera en que los hijos de inmigrantes pueden lograr la movilidad social es con un título universitario, dijo Parrando, profesor de sociología de Penn. Antes de la pandemia, los latinos ingresaban a la universidad en una tasa más alta que otros grupos raciales y étnicos, pero hay dificultades que limitan su acceso a la educación superior.
Algunos padres latinos que no tienen una educación universitaria quizás no entienden lo que sus hijos necesitan para triunfar, dijo Parrando, y el proceso se dificulta por la intimidación, falta del entendimiento del inglés o el estatus migratorio.
Otros padres presionan a sus hijos para que vayan a la universidad.
Toda su vida, sus padres inculcaron esos valores en Fabiola Lara. Viniendo de Chile, ella vio a sus padres trabajar incansablemente en diferentes trabajos limpiando casas o entregando pizzas. Ellos siempre le recordaron que si iba a la universidad, algún día podría escapar de esa vida y lograr un trabajo fijo.
Por cinco años, Lara siguió ese camino y tuvo esa estabilidad. Después de graduarse de la Universidad de Florida con un título en publicidad, trabajó en Tumblr, y luego fue la editora social superior en Popsugar, publicando noticias sobre la cultura pop.
Hace tres años la promovieron, y luego se fue.
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Lara había guardado suficiente dinero para mantenerse por un año y decidió atender un programa de ilustración en Barcelona. Cuando regresó, se dio cuenta que quería vivir la vida de una ilustradora independiente.
Dos años después, Lara todavía siente que esta fue la mejor decisión para ella. “Me siento más satisfecha ya que estoy persiguiendo algo en lo que sinceramente no puedo dejar de pensar y algo que me encanta hacer,” dijo.
Esta experiencia le enseñó a confiar en sí misma a través de situaciones inestables — y que está bien decir que no. Ella todavía está tratando de encontrar su propio equilibrio personal y profesional. Su trabajo es tan flexible que crea su propio nivel de caos. Le encantan tanto los proyectos de ilustración que a veces pueden dominar su vida. Una buena regla general Ella trabaja según su estado de ánimo.
Si trabaja por tres días seguidos, se da un día completo de Netflix. “Soy la jefa. La CEO dijo que está bien,” bromeó.
Guillén, la profesora de arte, todavía está buscando ese equilibrio.
Para ella, el cuidado personal es fácil: salir a caminar con su perro, meditar, leer un libro, o asegurarse que su nevera está llena con comida saludable. Cuidarse es alimentarse para que pueda continuar en el trabajo que hace.
“Está bien tener altibajos en tu trabajo,” Guillén dice. “No hay un trabajo perfecto, pero creo que cuando tienes los bajos es más fácil navegar cuando te sientes satisfecha.”
Algunos días son definitivamente más fáciles que otros, especialmente porque Estados Unidos ha normalizado trabajar demasiado, dijo. Pero ella cree que esta generación cambiará como priorizamos el autocuidado y el trabajo.
“Es una oportunidad que mi mamá no tuvo, pero que yo como su hija tengo,” Guillén dice. “Yo tengo esta oportunidad para cuidarme y crear el equilibrio profesional y personal que yo quiero, algo que ella no pudo hacer.”
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